viernes, 10 de octubre de 2014

El 'caso Najwa'. El hiyab, la educación y la caverna.


«No entiendo por qué el mundo se ha dividido en Oriente y Occidente. La educación no es oriental u occidental, la educación es educación y es un derecho para todos y cada uno de los seres humanos».
Malala Yousafzai
Premio Nobel de la Paz 2014

Hoy es un gran día. La Academia sueca ha concedido este viernes, 10 de Octubre, el Premio Nobel de la Paz de 2014 a Malala Yousafzai —‘ex aequo’ con el activista indio Kailash Satyarthi—, la joven activista pakistaní por los derechos de las niñas a la educación. A sus 17 años de edad, Malala Yousafzai será la persona más joven en recibir un Nobel, en cualquiera de sus categorías.

El próximo 10 de Diciembre, Malala recibirá el Nobel en Oslo. Millones de personas verán por televisión su discurso de aceptación, en el que hablará sobre su activismo en pro del derecho a la educación de las niñas de todo el mundo. Lo hará, no les quepa duda, vistiendo en coherencia a sus principios y derechos. Y todo el mundo observará que la joven portavoz universal del derecho a la educación de las niñas vestirá el ‘hiyab’.

No voy a profundizar en la controversia del uso del ‘hiyab’ en este modesto espacio. Tampoco creo ser la persona idónea para ello. Veo más interesante ceder la palabra a dos mujeres musulmanas con amplio recorrido sobre el tema, pero con diferentes orígenes y posturas, para dar muestra de dicha controversia. 

Por una parte, la escritora iraní, residente en París, Chahdortt Djavann, mantiene una postura radical contra el uso del ‘hiyab’ llegando a afirmar en su libro ¡Abajo el velo! (2004) que «habría que penalizar a los padres que obligan a las jóvenes a llevar el velo por considerar esa presión como tortura física y psicológica». En una entrevista concedida a la revista MUGAK en 2004, la periodista e investigadora tunecina Sophie Bessis expresó su oposición a las palabras de Djavann, con algunos matices:
«Ella habla a partir de su propia experiencia, la experiencia de la revolución iraní de 1979 que fue una tragedia para las mujeres iraníes. No hay que olvidar desde donde habla cada cual, es muy importante. Si dice lo que dice es por ser iraní. Si fuera tunecina, senegalesa o marroquí habría dicho probablemente algo muy distinto. Pienso que fue un poco lejos al equiparar el velo de las menores con la tortura. Pero sí se puede equiparar, a veces, con la violencia. Cuando vemos a niñas de diez años o de ocho años con el hiyab, considero que es una violencia grave. Cuando se tiene dieciocho años se puede elegir: si quieres llevar hiyab lo llevas. De hecho, la ley francesa lo prohíbe en la escuela pero no lo prohíbe en la universidad. Hasta los dieciocho años las jóvenes se consideran menores, por lo tanto (no hablo de tortura porque es un término muy fuerte) sí que hay, a veces, violencia en torno al velo. Yo comprendo a esta mujer que ha vivido en Irán y que ha sido obligada a llevar el velo. Ella considera que ha sufrido violencia y está en su derecho. Ha provocado un debate, mucho ruido, unos decían que era un escándalo, un horror, etc… Yo no estoy del todo de acuerdo con ella, pero puedo comprender lo que dice».

Sirvan estas posturas opuestas como ejemplo de la controversia generada alrededor del uso del ‘hiyab’ y como punto de partida de lo que realmente trata esta entrada: la necesidad de un conocimiento de causa, o de estudio en su defecto, antes de justificar los límites del derecho. Pues, aunque las anteriores citadas escritoras mantenían opiniones opuestas, huelga decir que ambas poseen conocimiento de causa. El ‘caso Najwa’ sirve como ejemplo perfecto de la necedad legislativa española que, cegada en el uso de una kafkiana burocracia, expulsó definitivamente del sistema educativo a Najwa Malha en el año 2013.

Najwa Malha, con su 'hiyab', en una imagen de 2010.

En abril de 2010, el instituto público Camilo José Cela de Pozuelo apartó de su clase de 4º de la ESO a Najwa Malha, una estudiante española de origen marroquí de 16 años, porque se cubría la cabeza con el 'hiyab'. La Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid se lavó las manos en el asunto, limitándose a recordar que el decreto de convivencia aprobado en 2007 recoge una disposición de la LOE que obliga a todos los centros a tener un reglamento interno de normas de comportamiento y convivencia, y que éste es aprobado por los consejos escolares de cada centro, como autónomos. Sin embargo, en un arrebato de protagonismo, la consejera de Educación de aquel año, Lucía Figar, dejó muestras de su apoyo a la decisión de la dirección del instituto, con el siguiente argumento: «Mi postura es que no se debe ir al colegio con la cabeza tapada. Es mejor para la buena marcha del centro».

Tras dos años en el limbo administrativo, en Febrero de 2012, el juzgado de primera instancia de Madrid desestimó el recurso presentado por la familia de Najwa contra la decisión del instituto en el que cursaba estudios de no permitirle la asistencia a clase con ‘hiyab’. La sentencia estimó que «no se vulneró la dignidad» de la alumna ni tampoco se produjo «una injerencia en su libertad religiosa» porque el centro actuó en cumplimiento de su reglamento, que es «igual para todos». De nuevo, la consejera de Educación, Lucía Figar, quiso marcar territorio respecto a la sentencia: «La sentencia respalda que los institutos puedan prohibir a sus alumnos llevar la cabeza cubierta con pañuelos, gorras o velo islámico, y que no cabe hablar de la vulneración del principio de la dignidad de la personas ni de vulneración de la libertad religiosa». 

En abril de 2013, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid rechazó el recurso de apelación presentado por la familia de Najwa Malha. Con esta definitiva bofetada de la justicia española a la familia de la joven marroquí se silenció un caso que, a día de hoy, todavía sigue sin resolver. 

Najwa Malha ya debe ser mayor de edad. Desconozco si ha decidido seguir vistiendo el ‘hiyab’ o si, por el contrario, ha decidido no hacerlo. En el segundo caso, es posible que haya debido enfrentarse a su propia familia y religión. En este sentido, el problema pertenece ya a la controversia propia del origen del ‘hiyab’ y de los propios musulmanes. Al igual que en el caso de las escritoras citadas anteriormente, la iraní y la tunecina, es un tema que les pertenece a ellos. Ellos deben tomar las decisiones. Es su derecho. 

Mi crítica es feroz hacía la incapacidad de la justicia española de encontrar una solución al problema educativo de Najwa. Porque de eso se trataba: de la continuidad educativa de una niña de 16 años. La justicia española, perdida en un tema religioso que no tocaba y al que no se pertenecía, reafirmando los argumentos autoritarios (arengas de «cruzados» de otro tiempo) desde las instituciones públicas, detuvo el progreso educativo de Najwa Malha. Y eso sí es un atentado. Un atentado que pertenece a las cavernas y que merece una revisión del sistema educativo español. 

Lo dijo un Premio Nobel de la Paz: «La educación no es oriental u occidental, la educación es educación y es un derecho para todos y cada uno de los seres humanos». Un Premio Nobel que es mujer, menor de edad y viste el ‘hijab’, al igual que Najwa Malha en 2010.

A mil años luz de Oslo, y sin embargo en Madrid, aún se vive en las cavernas. 

Javier Ballesteros




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